Comandante Antonio Hernández Reyes, Conocido por el Capitán Brito. Este apellido usaba indebidamente desde su niñez por haber sido su abuelo criado en casa de un señor de este apellido, por lo que su padre y más tarde él y sus hermanos lo usaron, sobre todo en la manigua.
Nació en Pipián el 21 de Septiembre de 1871, donde pasó su niñez al lado de sus padres unos humildes campesinos llamados, Isabel y José, de los cuales quedó huérfano muy niño, teniendo que sufrir una vida llena de trabajos y sin el cariño de familiar alguno, porque él era de los hermanos mayores, teniendo siempre junto a él su hermano Pablo por el cual sentía un cariño intenso. Con este hermano trabajo duramente para conseguir el sustento de ambos. A los 27 años lo sorprendió la Guerra de Independencia en una finca cerca de Pipián, y a los pocos días de la invasión se lanzó con pablo a la manigua. Eses día recibieron una prueba de cariño de la señora de la finca donde trabajaban: Juana Leal. Esta señora les preparo su ropa dándole hilo, botones y aguja para que pudieran tener medios para cuidar esa ropa, pero ella ingenuamente no pensó que solo le esperaban días muy angustiosos, donde esa ropa no podía durarles mucho más, debido a que, desde ese momento, tanto él, como su hermano, tuvieron que sostener fiera lucha con el enemigo.
Entre los muchos pasajes de la guerra de los cuales no podemos recordarlos todos por el momento, citaré alguno.
Sosteniendo un día combate cerca de Pipián, tuvo la pena de perder un gran amigo. En medio de la lucha y no teniendo tiempo para darle sepultura, logró derribar una cerca de piedra, la cual lanzó sobre el cadáver evitando con esto que fuera pasto de las auras. Otro día el General Betancourt, su jefe principal, lo mando cerca de Matanzas con la peligrosa misión de buscar pertrechos. Para el viaje solo iban tres o cuatro teniendo que andar a pie, solo de noche, por lo peligroso de la travesía.
En esta odisea tuvo el que sufrir por primera vez en la guerra el verse descalzo, porque salió con la ropa raída y los zapatos desbaratados, el General Betancourt le dijo que en el lugar donde iban a recoger eses pertrechos les darían zapatos y ropa. Al llegar allí solo pudo conseguir ropa y zapatos para sus soldados, y el prefirió seguir sosteniendo con unos ariques las suelas, más al pasar la línea del Jobo tuvo que soltar aquellos guiñapos y fue la primera vez que tuvo que andar descalzo, cosa que fue algo que no pudo olvidar.
Operó en las provincias de Habana y Matanzas a las órdenes del General José Camejo. Para el este jefe fue como un hermano, lo mismo que para Valera de Madruga. Siempre el recordaba que uno de estos Valera y su hermano Pablo fueron los que lo atendieron en la manigua de unas fiebres que le hicieron perder el conocimiento, donde en el delirio de la fiebre soñaba con la comida. Después de días de gravedad y a la inclemencia del tiempo pudo su hermano conseguir harina la que cocinó sin sal, por no tenerla¸ por
cucharaditas se le fue dando y consiguió que un médico le indicara unos cáusticos que, al ponérselos en las piernas, lograron mejorarlo. Otro compañero de la guerra fue el Coronel Eliseo Figueroa, el cual un día lo sorprendió diciéndole que fuera a almorzar que habían conseguido un lechón y al llegar y verlo en el espicho asándolo pudo comprobar por la cabeza, que era un perro, cosa que el con toda el hambre que tenía no pudo comer. Otra comida que tampoco pudo comer fue carne de caballo.
Faltando poco para finalizar la guerra y teniendo el poblado de Nueva Paz todo cercado de palmas muy bien defendido para el enemigo y estando ellos desprovistos de ropa, comida y pertrechos decidieron atacar al pueblo, lo que lograron por estar unas palmas caídas en la calle Independencia penetraron por ella y acordaron al mismo tiempo dispersarse por distintos lugares. Al primer tiro lanzaron sobre varios fuertes y allí pudieron recoger ropa y zapatos para aquellos pobres soldados que ya venían sin fuerzas, ni armas para continuar la lucha.
Esa noche recibieron la feliz noticia, de un periódico que les proporciono la señora Caridad Sardiñas, de que se había firmado la paz en Paris. De aquí se refugiaron en Filomeno con 36 hombres enfermos y sin comida. Después de terminada la guerra se quedó de Jefe de Policía en el Central Nueva Paz, donde se casó con la Señora Ana Aurelia Perdomo con la cual tuvo tres hijas: María Isabel, Cira Adelfa y Aracelia. De Jefe de Policía pasó a trabajar en la Finca San José donde paso mucho de su vida labrando la tierra hasta que más tarde ingresó de Inspector de Colonia del Central Hershey, cargo que desempeño muchos años al lado de su compañero y amigo Teniente Emiliano H. Gato.
Se casó en segundas nupcias con la Señora Angela Curiel con la cual tuvo un hijo, Antonio, el cual supo hacerle con sus otras hijas una vejez tranquila y feliz hasta que cuando parecía, donde todavía se veía en el las energías nunca perdidas, le sorprendió a los 81 años la muerte, dejando en su familia el recuerdo de un padre. Supo solo sacrificarse por el bienestar de sus hijos. Siendo el un hombre sin cultura solo vivía anhelando educar a sus hijos y proporcionarles una vida que él, en su juventud, nunca pudo tener. Estos datos los entrego a esta noble Institución, la cual tendrá en sus hijos un gran reconocimiento de gratitud. Hoy le da las gracias y ruega por el éxito de una obra tan noble como esta, la hija mayor de aquel padre, la cual nunca podrá olvidar todo los que se haga para enaltecerlo.

Cortesía del hermano GJD Lic Carlos Alfonso Frometa

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